domingo, 15 de agosto de 2010

EL COLECCIONISTA DE INSULTOS


En los días que corren es conveniente cederle un espacio a esta alegoría budista que transcribe Paulo Coelho y que hará pensar a muchos.


Cerca de Tokio vivía un gran samuray, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes. A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario. Cierto día un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla.

Conociendo la reputación del viejo samuray, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama. Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío. Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven
empezó a provocar al viejo. Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros. Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.

Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
—¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo
que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?
El viejo samuray repuso: —Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
—Por supuesto, a quien intentó entregarlo —respondió uno de los discípulos.
—Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos —añadió el maestro—.
Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.


Nadie nos agrede o nos hace sentir mal:
somos los que decidimos cómo sentirnos. No
culpemos a nadie por nuestros sentimientos:
somos los únicos responsables de ellos. Eso es
lo que se llama asertividad.

sábado, 14 de agosto de 2010

Y Dios nos regaló...

Y Dios NOs regalo...
LOS REPRODUCTORES DE MÚSICA

Al momento, miro tres cosas, mi iRiver plata. mi iPod y mi muy pero muy viejito Discman.
( en mi memoria queda mi NetMD robado!)

El caso esq me empecé a acordar que de no ser por ellos, mi vida habría estado llena de vacíos momentáneos.

Muchas personas se asombran de lo que escuchan diariamente a su alrededor... cualquier ruido, conversación, sonido que te estremesca.

Habemos otras que no podemos ir sobre ese mundo que no nos pertenece, el mundo "ajeno" y preferimos simplemente enchufar todos nuestros sentidos hacia el interior, e inspeccionar nuestros propios sucesos internos, mentales, emocionales.

Es así, y sólo así, como he conseguido tomarle gusto a los viajes largos, a las constantes esperas de la impuntualidad, a la demora burocrática, a la alteración infantil ( sí me alteran los niños y? )

Ellos y sólo ellos saben y entienden lo que es la BATERÍA de ese Soundtrack.


Mirar el exterior, para pensar en el interior, y enfocándolo a la armonía que hé decidido llevar conmigo.